Este gesto expresa humildad y confianza: reconocer que hay heridas que solo Dios puede sanar y pensamientos que solo su luz puede ordenar.
Muchos experimentan, después de este momento, una paz profunda y una sensación de alivio interior, como si el alma respirara nuevamente.
Tercera práctica: Bendecir los espacios de convivencia familiar
Las familias no se rompen de golpe, sino por pequeñas heridas diarias: palabras mal dichas, silencios prolongados, cansancio acumulado. Todo eso queda impregnado en los espacios donde se convive.
Por eso, antes de Navidad, San Padre Pío aconsejaba consagrar espiritualmente los lugares donde la familia se reúne: la mesa, la sala, el espacio compartido.
Cómo hacerlo
Toca discretamente con agua bendita esos lugares.
Reza en silencio pidiendo paz, unidad y sanación para la familia.
Este acto no produce milagros inmediatos, pero sí prepara el terreno para que la gracia actúe suavemente, abriendo corazones y facilitando el perdón y el diálogo.
Recapitulación de las tres prácticas
Antes de Navidad, San Padre Pío recomendaba:
Bendecir la entrada del hogar para protegerlo espiritualmente.
Purificar el interior del corazón con agua bendita.
Consagrar los espacios familiares donde se vive la convivencia diaria.
Son gestos simples, pero profundamente espirituales, realizados con humildad y fe.
Consejos y recomendaciones
Realiza estas prácticas con calma y recogimiento, sin apuro.