Mantente hidratado durante el día para evitar confusión entre hambre y sed.
Evita el alcohol por la noche, ya que puede alterar el sueño y la glucosa.
Controla tu azúcar en distintos días para identificar qué hábito te funciona mejor.
Mantén cenas equilibradas con proteína, verduras y una porción controlada de carbohidratos complejos.
Los pequeños hábitos nocturnos pueden marcar una gran diferencia en tus niveles de azúcar por la mañana. No necesitas cambios drásticos: solo dormir mejor, cenar más temprano, evitar dulces nocturnos, moverte un poco y cuidar tu salud bucal. Con constancia, estos pasos ayudan a estabilizar tu glucosa y a despertar con más energía y bienestar.