500 millones de euros estaban a punto de desaparecer en la nada. Las computadoras más poderosas de España se apagaban una tras otra

—El conflicto es entre el nuevo protocolo de seguridad instalado ayer y el sistema legacy —explicó mientras trabajaba—. El firewall interpreta las solicitudes como ataques y bloquea todo en modo protección.
El director técnico se acercó, incrédulo.
—¿Cómo lo sabes? Ese protocolo fue instalado en secreto anoche.
—Porque estaba aquí con papá limpiando. Escuché la discusión de los técnicos y vi los códigos en las pantallas. En casa recreé el entorno para entender qué podía salir mal.
Miguel abrió los ojos.
—¿Recreaste nuestro sistema en casa?
—No todo, pero lo suficiente para identificar los puntos críticos. Uso componentes reciclados y software libre. No es lo máximo, pero funciona.
Las líneas de código volaban por la pantalla. Carmen estaba reescribiendo partes del sistema en tiempo real, creando un puente entre dos protocolos incompatibles.
—¡Imposible! —susurró un ingeniero—. Eso tomaría horas.
—Solo si empiezas de cero. Pero yo ya tenía la solución, pensaba proponerla como proyecto de tesis.
De pronto, una pantalla se encendió. Luego otra. Y otra. El sistema central volvió a la vida. Los datos fluyeron. Las conexiones se restablecieron. La videoconferencia con los japoneses volvió en línea.
Un aplauso espontáneo estalló en la sala. Miguel miró el reloj: faltaban 45 minutos para la fecha límite.
—Carmen —dijo con la voz quebrada por la emoción—, acabas de salvar mi empresa.
Pero lo que nadie sabía era que esto era solo el comienzo
Continuación en el primer comentario debajo de la foto

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