Su imagen —pequeña, frágil, de pie entre el agua— dio la vuelta a México. No gritaba

👉👉 Su imagen —pequeña, frágil, de pie entre el agua— dio la vuelta a México. No gritaba. No pedía ayuda. Solo se aferraba a él, con la fuerza que da el miedo… y el amor. El agua les llegaba al pecho. A veces el lodo subía más rápido de lo que podían respirar. A cada paso, las corrientes les golpeaban las piernas como si quisieran arrancarlos de raíz. Ella temblaba. Él la sostenía. Y mientras el resto huía, ellos solo se tenían el uno al otro.

Cuando por fin llegaron los rescatistas, habían pasado más de cuatro horas de pie en el agua. Cuatro horas de frío, cansancio, y desesperación contenida. Doña Elodia no hablaba. Solo miraba al frente, con los labios morados y la piel arrugada por el agua. Apenas podía moverse. Y aun así, no soltó la mano de su esposo ni cuando los subieron al bote.

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