Coraje y perseverancia contra la contaminación y la injusticia.
Imagínese vivir en un pequeño pueblo, rodeado de campos fértiles, hasta que de repente el agua que corre por la tierra se vuelve turbia, envenenada por desechos químicos. El aire ya no huele a estación, sino a veneno.
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Esto es lo que le sucedió a Wang Enlin, un agricultor chino de sesenta y tantos años. Ante la injusticia que destruyó su sustento, podría haberse rendido.
Pero eligió otro camino: estudiar derecho, solo, durante 16 años, para enfrentarse a la empresa que contaminó sus tierras.
Cuando la tierra se convirtió en un campo minado
Todo comenzó en 2001, cuando las aguas residuales del Grupo Qihua, una empresa de procesamiento de minerales, invadieron las plantaciones de la región. Hectáreas enteras quedaron áridas, se perdieron las cosechas y la salud de la comunidad se vio comprometida.
Incluso el consejo local admitió: el suelo permanecería contaminado durante “mucho tiempo”. Para las familias que dependían de la agricultura, fue una sentencia cruel.
Un diccionario y mucha determinación