Han pasado los años, pero el nombre de Selena Quintanilla sigue vivo como si el tiempo se hubiese detenido el día de su partida. Su voz, su carisma y su legado musical continúan brillando en la memoria colectiva de millones de personas que la admiraron y la siguen recordando con cariño. Sin embargo, junto a esa luz inmortal también persiste una sombra: la de Yolanda Saldívar, la mujer que le arrebató la vida y que desde entonces carga con uno de los crímenes más recordados de la historia del espectáculo latino.
La relación entre ambas fue, en un principio, de admiración y confianza. Selena veía en Yolanda a una seguidora fiel, una amiga dedicada, alguien que había pasado de fan a colaboradora. Pero esa relación, que parecía inofensiva, terminó convirtiéndose en una tragedia que aún hoy sigue generando preguntas, teorías y emociones encontradas entre los fans y la familia Quintanilla.
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Para entender el impacto de esta historia, hay que remontarse a los inicios de la relación entre Selena y Yolanda. Saldívar era una enfermera que se declaró una fan devota de la cantante. Su entusiasmo era tan grande que insistió en crear un club de fans oficial, con el apoyo de la familia Quintanilla. Gracias a su aparente lealtad y compromiso, terminó ganándose la confianza de todos, especialmente de la propia Selena, quien la consideraba casi parte de la familia.
Con el tiempo, Yolanda se convirtió en la encargada de manejar el club de fans y las boutiques de la cantante. Su cercanía era tal que muchos del entorno de Selena la veían como una figura de confianza, aunque algunos ya empezaban a notar comportamientos extraños: actitudes posesivas, celos desmedidos e incluso decisiones financieras cuestionables.