Un niño de 7 años con moretones entró al servicio de urgencias cargando a su hermanita

Justo después de medianoche, Theo Bennett, un niño pequeño con moretones cubriendo sus brazos, se tambaleó al atravesar las puertas automáticas del hospital St. Catherine en Nebraska.

En sus brazos mecía a su hermanita, envuelta en una delgada manta rosa.

El aire helado del invierno se coló tras él, mordiendo sus pies descalzos, y el silencio de la sala de urgencias vacía hizo que todas las enfermeras alzaran la mirada.

Olivia Grant, una enfermera nocturna, fue la primera en notarlo.

Sus ojos se agrandaron al verlo descalzo, temblando, con los labios trémulos, sosteniendo al bebé como si ella fuera lo único que lo mantenía con vida.

—Cariño, ¿estás bien? ¿Dónde están tus padres? —preguntó, arrodillándose para estar a su altura.

Theo tragó saliva, su voz apenas audible.

—Yo… necesito ayuda —susurró—. Por favor… mi hermana tiene hambre… no podemos volver a casa.

El pecho de Olivia se apretó.

Lo guió hacia una silla cerca de la estación de enfermería.

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