1. Preparar los ingredientes secos
En un bol grande, mezcla la harina, el polvo para hornear, la sal y el azúcar.
Remueve con una cuchara o batidor hasta que todo esté bien integrado.
2. Incorporar la mantequilla
Agrega la mantequilla fría en cubos y, con la ayuda de tus dedos o un cortador de masa, desmenúzala hasta obtener una textura similar a migas o arena gruesa.
👉 Este paso es clave para lograr bisquets suaves y hojaldrados.
3. Añadir la leche
Vierte la leche fría poco a poco mientras mezclas con una cuchara de madera.
Cuando la masa empiece a unirse, amasa ligeramente (solo lo necesario para integrar), sin sobretrabajarla.
4. Formar los bisquets
Extiende la masa sobre una superficie ligeramente enharinada hasta que tenga 2 cm de grosor.
Con un cortador redondo (o un vaso), corta los bisquets y colócalos sobre una bandeja con papel para hornear.
5. Barnizar
Bate el huevo y pincela suavemente la parte superior de cada bisquet.
Si deseas un toque más brillante y dulce, mezcla el huevo con una cucharadita de miel o azúcar antes de barnizar.
6. Hornear
Precalienta el horno a 200 °C (390 °F) y hornea los bisquets durante 15 a 18 minutos, o hasta que estén dorados y esponjosos.
7. Servir
Déjalos enfriar ligeramente sobre una rejilla.
Sírvelos calientitos, con mantequilla, mermelada, miel o crema —¡una delicia irresistible!