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Mezcla los ingredientes secos.
En un bol grande, combina la harina con el azúcar, la levadura y la sal. -
Agrega los líquidos.
Incorpora el huevo, la leche tibia y el agua poco a poco, mezclando con una cuchara de madera hasta formar una masa homogénea y sin grumos. -
Deja reposar.
Cubre el bol con un paño limpio y deja reposar la masa durante 1 hora en un lugar cálido para que fermente y duplique su volumen. -
Remueve y deja reposar de nuevo.
Pasado ese tiempo, revuelve la masa ligeramente y déjala reposar otros 20-30 minutos. -
Forma los buñuelos.
Coloca la masa en una manga pastelera o usa una cuchara para formar pequeñas porciones. -
Fríe.
Calienta abundante aceite en una sartén profunda y fríe los buñuelos hasta que estén dorados y esponjosos por todos lados. Sácalos y colócalos sobre papel absorbente. -
Reboza en azúcar.
Cuando aún estén templados, pásalos por azúcar para darles ese toque dulce y brillante característico.
💡 Consejos
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Si prefieres buñuelos más aromáticos, añade una cucharadita de vainilla o ralladura de limón a la masa.
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Asegúrate de que el aceite no esté demasiado caliente (160–170 °C) para evitar que se doren por fuera y queden crudos por dentro.
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Puedes servirlos con miel, chocolate derretido o espolvoreados con canela.