El estudio puso el foco en la interleucina-17A (IL-17A), una citocina relacionada con procesos inflamatorios y enfermedades autoinmunes.
En modelos animales, cuando las madres tenían una microbiota con tendencia inflamatoria, sus niveles de IL-17A aumentaban. Como resultado, las crías mostraban comportamientos que recuerdan al trastorno del espectro autista (TEA), como movimientos repetitivos y menor sociabilidad.
El papel del trasplante fecal
Los investigadores fueron más allá: al transferir la microbiota “inflamatoria” a hembras sanas, los nuevos descendientes también presentaron altos niveles de IL-17A y rasgos autistas. En contraste, bloquear esa molécula durante la gestación evitó los efectos, sin importar las bacterias originales.
Qué significan estos hallazgos
Aunque los resultados son llamativos, provienen de experimentos con animales y no constituyen pruebas directas en humanos. Aun así, plantean hipótesis importantes:
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Factores como dieta, uso de antibióticos o niveles de estrés durante el embarazo podrían modificar la microbiota y afectar al cerebro fetal.
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Futuras terapias basadas en probióticos o en estrategias antiinflamatorias podrían ayudar a reducir el riesgo de TEA en familias con antecedentes.