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En una cacerola, mezclá la crema de leche, la leche entera y el azúcar. Calentá a fuego medio, removiendo constantemente hasta que el azúcar se disuelva. Es importante no dejar que hierva.
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Si vas a usar yemas de huevo, batilas en un bol aparte y añadiles lentamente un poco de la mezcla caliente, sin dejar de remover para evitar que se cocinen. Luego, incorporá todo nuevamente a la cacerola y cociná a fuego bajo hasta que la preparación espese ligeramente.
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Retirá del fuego y agregá la esencia de vainilla. Mezclá bien para distribuir el sabor de manera uniforme.
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Dejá enfriar a temperatura ambiente, cubrí con film y llevá a la heladera por al menos 3 horas, mejor si lo dejás toda la noche.
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Si tenés heladora, volcá la mezcla y batí según las instrucciones del fabricante hasta que adquiera textura cremosa.
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Si no tenés heladora, colocá la mezcla en un recipiente apto para freezer y congelá durante 2 horas. Cada 30 minutos, remové con un tenedor o batidor de mano para romper los cristales de hielo y lograr una textura más suave.
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Una vez lista la consistencia, guardá el helado en un recipiente hermético y congelá al menos 2 horas más.
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Antes de servir, dejalo reposar unos minutos a temperatura ambiente para que sea más fácil de manipular.