Sé consistente y firme. Habla de consecuencias, no de castigos. Los límites bien explicados generan respeto, no miedo.
3. Sé un modelo a seguir
Los niños aprenden más de nuestras acciones que de nuestras palabras.
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¿Quieres respeto? Demuéstralo.
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¿Quieres que te escuchen? Escúchalos tú también.
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¿Quieres paz? No levantes la voz ni recurras a la agresión.
Tu conducta enseña más poderosamente que cualquier discurso edificante.
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