Compré una casa de playa; mi hijo dijo: “Llegaré con 30 personas”. Entonces yo…

Desde ese día, mi hijo cambió.
Ya no exige.
Ya no ordena.
Ahora pregunta, llama, agradece y respeta.

Y aunque ya no tengo la casa de playa,
gané algo mucho más valioso:

Mi tranquilidad…
y el respeto de mi propio hijo.

Leave a Comment