pregunta sencilla, como “¿Prefieres que te abrace o te gustaría estar a solas un rato?”, puede abrir un espacio para una mayor comprensión y complicidad. El gesto en sí no define el sentimiento. Darse la vuelta después de un momento íntimo no es necesariamente una señal de rechazo.
Podría ser una necesidad personal, una costumbre o una forma inconsciente de reorganizarse emocionalmente. Lo que realmente importa es la frecuencia, la intención y, sobre todo, la forma en que la pareja se comunica. La verdadera intimidad no termina con el contacto físico; continúa en los gestos cotidianos, las miradas y las palabras de cariño que mantienen viva la conexión.