Desapareció, y 15 años después su madre la encontró en casa de un vecino. Esto conmocionó al país…

La noticia se extendió por todo México en cuestión de horas. De inmediato surgieron preguntas. ¿Cómo había sido posible mantener a una persona como rehén durante 15 años en un barrio donde todos se conocían? ¿Por qué la investigación nunca sospechó del vecino más cercano? El caso de Morales se convertiría en uno de los más impactantes de la historia criminal de México, no solo por la duración del cautiverio, sino por demostrar que el amor maternal puede superar cualquier obstáculo, incluso cuando las autoridades y la sociedad han perdido la esperanza.

Pero para entender esta extraordinaria historia, necesitamos remontarnos al momento en que todo comenzó.

Una tarde aparentemente normal de septiembre de 2002, cuando Ana Morales salió de su casa a comprar leche y nunca regresó. El barrio de Santa María, en el sector noreste de Monterrey, era, en 2002, el típico barrio donde las puertas permanecían abiertas durante el día.

Los niños jugaban libremente en las calles y las madres se conocían por sus nombres de pila, un lugar donde la desaparición de cualquier vecino se convertía inmediatamente en un problema para toda la comunidad. Era precisamente este ambiente de proximidad y vigilancia mutua lo que hacía impensable que alguien pudiera desaparecer sin dejar rastro.

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