Creemos que lo controlamos, pero mientras dormimos… él sigue trabajando.
Esa luz azul que apenas notas mantiene tu cerebro en alerta, impide que la melatonina —la hormona del descanso— haga su trabajo.
Cinco minutos parecen inofensivos, pero bastan para alterar tu ritmo cardíaco.
A la medianoche, tu cuerpo debería estar regenerando células, equilibrando hormonas, reparando tejidos.
Pero si el celular sigue encendido, tu cerebro nunca entra en modo descanso.
Al despertar, la fatiga se disfraza de pereza, la ansiedad parece “normal” y el insomnio se vuelve parte de la rutina.