Durante 12 años, ella supo que su esposo le era infiel, pero nunca dijo una palabra. Cuidó de él, fue una esposa ejemplar…

Ella lo alimentaba con paciencia, le limpiaba el sudor, cambiaba las sábanas, lo ayudaba a girar sobre la cama. Sin una sola queja.
No lloraba. No sonreía. Solo hacía lo que debía.
A veces, los enfermeros murmuraban:
—“Qué mujer tan buena… aún lo cuida con tanto amor.”
Pero nadie sabía que ya no era amor, sino deber.
Un atardecer, cuando el sol se filtraba a través de las persianas del cuarto, apareció la otra.
Una mujer joven, de vestido rojo y labios perfectos, caminó por el pasillo con unos tacones que resonaban como cuchillos sobre el piso del hospital….

Leave a Comment