Si algo no podía faltar en el puré de la abuela era la mantequilla. Ella la consideraba el alma del plato.
- Siempre añadía la mantequilla caliente para que se derritiera completamente.
- Nunca la incorporaba fría, ya que podía endurecer la mezcla.
- Usaba cantidades generosas, asegurando una textura sedosa y un sabor profundo.
5. La importancia de la leche caliente
Otro truco que marcaba la diferencia era la leche. La abuela nunca usaba leche fría, pues enfriaba el puré y creaba grumos indeseados.
- La calentaba ligeramente antes de incorporarla.
- La añadía poco a poco, mezclando con suavidad para no romper la textura.
- Ajustaba la cantidad hasta obtener la cremosidad perfecta.
6. Un toque extra de crema
Para ocasiones especiales, la abuela añadía un poco de crema de leche. Con apenas unas cucharadas lograba un puré aterciopelado, digno de un banquete. La crema de leche es opcional, pero cuando se busca la perfección, marca la diferencia.