Durante un caluroso día de verano, la familia de la señora Lourdes decidió pasar unas vacaciones en una tranquila playa de San Juan, La Union. Se suponía que sería un simple viaje, pero tomó un giro trágico. Su esposo, Ramón, y su pequeña hija, Tala, fueron a la playa a pasear por la tarde. Dijeron que solo estarían un momento, para disfrutar la brisa del mar, y regresarían al hotel para cenar. Pero al llegar la noche, los dos no regresaron.
Al principio, la señora Lourdes pensó que quizás su esposo y su hija se habían perdido o estaban jugando. Pero al llegar la medianoche, ya no se podía contactar sus teléfonos, por lo que lo reportó a la policía local. La Guardia Costera y los equipos de rescate buscaron durante varios días a lo largo de la costa, en el bosque junto al mar, e incluso llegaron hasta el paso de Naguilian–Kennon. El resultado seguía siendo cero. El señor Ramón y la pequeña Tala desaparecieron sin dejar rastro, salvo por un par de sandalias pequeñas arrastradas por las olas hasta la orilla.
El incidente sorprendió a toda la región. Los periódicos locales informaron sobre la misteriosa desaparición, con teorías sucesivas: arrastrados por las olas, secuestrados, o que se fueron por voluntad propia… pero no había pruebas suficientes. La señora Lourdes estaba desconsolada: había perdido a su esposo e hija. En los días que siguieron, era como una sombra, aferrándose a la débil esperanza de que un milagro llegara.