Las mollejas son parte del sistema digestivo del pollo y, aunque muchas personas las disfrutan, hay que tener cuidado: si no están bien cocidas, pueden contener bacterias peligrosas como la Salmonella.
Recomendación: Si vas a comer mollejas, asegurate de cocinarlas bien, a temperatura interna segura. Nunca las consumas crudas o poco cocidas. Además, lavá muy bien los utensilios y superficies que hayan estado en contacto con carne cruda.
3. El hígado de pollo
El hígado es una excelente fuente de hierro, vitamina A y otros nutrientes esenciales. Pero también tiene un alto contenido de colesterol. Consumido con frecuencia puede afectar los niveles de colesterol en sangre.
Recomendación: No hay que eliminarlo de la dieta si te gusta, pero sí consumirlo con moderación. Además, como ocurre con las mollejas, es fundamental que esté bien cocido para evitar enfermedades transmitidas por alimentos.
4. La sangre de pollo
En algunas culturas, la sangre de pollo se utiliza en recetas tradicionales. Sin embargo, su consumo puede ser riesgoso si no se procesa correctamente. La sangre puede contener microorganismos peligrosos que, si no se eliminan con una cocción a temperatura alta, pueden causar enfermedades graves.
Recomendación: Lo ideal es evitar el consumo de sangre de pollo, especialmente si no se tiene certeza sobre su origen y tratamiento higiénico.