Durante mucho tiempo se demonizó la grasa animal, asociándola únicamente con problemas cardiovasculares. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que no todas las grasas son iguales y que la manteca de cerdo puede tener un lugar en una dieta equilibrada.
- Alta en grasas monoinsaturadas: aproximadamente la mitad de su composición está formada por este tipo de grasa, similar a la que contiene el aceite de oliva. Estas grasas son beneficiosas para la salud del corazón y ayudan a reducir el colesterol malo (LDL).
- Fuente de vitamina D: a diferencia de los aceites vegetales refinados, la manteca de cerdo contiene vitamina D, un nutriente esencial para la salud ósea, el sistema inmunológico y el bienestar general.
- Buena para cocinar a altas temperaturas: su punto de humo es más alto que el de muchos aceites vegetales, lo que significa que se mantiene más estable y no libera compuestos dañinos al freír o saltear.
- Energía natural y sostenida: al ser una grasa de digestión relativamente fácil, aporta energía prolongada, algo especialmente útil en dietas tradicionales donde el trabajo físico era intenso.
La versatilidad de la manteca de cerdo en la cocina
Si algo hace especial a la manteca de cerdo es su capacidad para transformar recetas. Aporta una textura y un sabor que otros aceites no consiguen.
- En la panadería y repostería: los panes, tortillas y pasteles hechos con manteca resultan más suaves y esponjosos. Su uso da como resultado masas menos secas y más sabrosas.
- En la cocina salada: desde freír plátanos hasta preparar carnes y guisos, la manteca realza los sabores de manera natural.
- En recetas tradicionales: tamales, empanadas, pupusas o tortillas suelen llevar manteca, manteniendo viva una herencia culinaria que se transmite de generación en generación.
Además, al ser una grasa que no se oxida tan rápido como los aceites refinados, conserva mejor los alimentos y ayuda a prolongar su frescura.
Una opción más sostenible
Otro punto a favor de la manteca de cerdo es su sostenibilidad. En lugar de desechar la grasa del animal, se aprovecha y se transforma en un producto útil y nutritivo. Esto fomenta una cultura de aprovechamiento total, reduciendo desperdicios y honrando una tradición de respeto hacia los alimentos.
Por otro lado, comparada con los aceites vegetales procesados, cuya producción implica monocultivos extensivos, deforestación y grandes procesos industriales, la manteca de cerdo puede ser una opción más consciente y respetuosa con el medio ambiente.
¿Cómo integrarla de forma equilibrada?
Como todo alimento, la clave está en la moderación. La manteca de cerdo no debe verse como un enemigo ni como un sustituto absoluto de otras grasas, sino como parte de una dieta variada y balanceada. Puedes alternarla con aceite de oliva, aguacate o frutos secos, aprovechando los beneficios de cada uno.
Si la eliges, procura que sea manteca de cerdo natural, sin hidrogenar y, de ser posible, proveniente de animales criados de forma responsable. De esta manera, no solo disfrutas de un producto más saludable, sino también de mayor calidad y sabor.