La mayoría de las veces pensamos que lo que comemos a diario es completamente seguro, sobre todo si se trata de productos comunes y accesibles que encontramos en cualquier supermercado. Sin embargo, hay ciertos alimentos que, dependiendo de cómo se preparen o con qué frecuencia los consumamos, pueden convertirse en un verdadero peligro para nuestra salud. Uno de ellos, aunque parezca inofensivo, tiene el potencial de aumentar el riesgo de cáncer si no se maneja de la manera adecuada. Hablamos de un alimento tan popular que probablemente lo consumes varias veces a la semana: las carnes procesadas. Embutidos como jamón, salami, tocineta, salchichas o mortadela son parte de muchas comidas rápidas y fáciles, pero detrás de su sabor atractivo se esconde un problema que la ciencia lleva años advirtiendo. El problema de los conservantes y aditivos Lo que vuelve peligrosas a estas carnes no es solo la carne en sí, sino los procesos a los que son sometidas. Durante su elaboración se utilizan sustancias como nitratos y nitritos, conservantes que ayudan a que el producto dure más tiempo sin dañarse y mantenga un color rojizo atractivo. El inconveniente es que, cuando estas sustancias se exponen a altas temperaturas, pueden transformarse en compuestos llamados nitrosaminas, reconocidos por su potencial cancerígeno.

La relación con el cáncer
Diversos estudios han encontrado una asociación clara entre el consumo frecuente de carnes procesadas y un mayor riesgo de padecer cáncer colorrectal. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya las catalogó en la lista de alimentos que, al ser consumidos en exceso, pueden favorecer la aparición de esta enfermedad. Esto no significa que comer un sándwich de jamón de vez en cuando vaya a causarte cáncer de inmediato, pero sí que el consumo habitual y prolongado aumenta las probabilidades.

El hábito que marca la diferencia
La clave no está en el alimento en sí, sino en la frecuencia y la forma en que lo incorporamos a nuestra dieta. Muchas personas consumen embutidos casi a diario, ya sea en desayunos, meriendas o cenas rápidas. Ese exceso, combinado con otros factores de estilo de vida poco saludables, termina generando un terreno fértil para el desarrollo de enfermedades crónicas.

El efecto de las altas temperaturas
Otro aspecto importante es la manera en la que cocinamos las carnes, no solo las procesadas, sino también las frescas. Prepararlas a la parrilla o freírlas en exceso puede producir compuestos químicos dañinos, como las aminas heterocíclicas o los hidrocarburos aromáticos policíclicos. Estos también han sido relacionados con un mayor riesgo de cáncer, especialmente en el sistema digestivo.

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