La trama de la miniserie se desarrolla tanto dentro como fuera del avión. A bordo, los pasajeros y la tripulación viven momentos de angustia, mientras que en tierra, las autoridades colombianas enfrentan el desafío de negociar con los secuestradores sin provocar una tragedia. Eusebio Borja y Francisco Solano López, los responsables del secuestro, no solo exigían la liberación de prisioneros, sino también una cuantiosa suma de dinero, presionando al gobierno colombiano en un momento de alta tensión.
El desarrollo de los acontecimientos dentro del avión se torna cada vez más desesperante. La serie logra transmitir la sensación de claustrofobia y miedo que debieron experimentar los rehenes, mientras fuera del aparato, las autoridades buscaban desesperadamente una solución pacífica. Uno de los grandes aciertos de la producción de Secuestro del vuelo 601 es su capacidad para capturar tanto la crisis en sí como el clima político y social de la época, ofreciendo una representación fiel de la Colombia de los años 70 y del contexto de los secuestros aéreos que marcaron a la región.
Además de la tensión palpable que reina en cada episodio, la serie invita al espectador a reflexionar sobre las decisiones que se toman bajo presión y las consecuencias que estas pueden tener a largo plazo. La historia, aunque anclada en el pasado, resuena con el público actual por su capacidad de evocar emociones universales como el miedo, la desesperación y la lucha por la supervivencia. Las actuaciones destacadas y la narrativa cautivadora hacen de esta producción una experiencia cinematográfica memorable.