Sus piernas temblaron.
Las lágrimas corrieron sin permiso.
Pidió una prueba de ADN, en secreto.
Mientras esperaba, mandó comida, medicinas y abrigo.
El niño sonreía más cada día… sin saber que su madre lo observaba desde las sombras.
Tres días después, llegó el resultado:
🧬 99.9% de compatibilidad.
Era su hijo.
El pequeño que el destino le devolvía cuando menos lo esperaba.