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Calienta una cacerola mediana con la cantidad de agua indicada. Añade la cucharadita de extracto de vainilla.
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Agrega inmediatamente los 60 g de mantequilla. Mantén el fuego a medio para que la mantequilla se derrita sin que el agua llegue a hervir.
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Una vez que la mantequilla esté completamente disuelta, añade los 350 g de azúcar. Remueve suavemente y de manera constante hasta que el azúcar se disuelva en el agua con la mantequilla.
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Baja el fuego a bajo. Añade tres cucharadas de leche en polvo y mezcla con un batidor. Remueve constantemente para evitar la formación de grumos.
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Continúa agregando cucharadas de leche en polvo, de tres en tres. Añade las tres primeras, y cuando estén completamente disueltas, añade tres más. Repite hasta usar los 250 g de leche en polvo.
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Apaga el fuego y deja enfriar.
Nota: No te preocupes si al principio la leche condensada no queda tan espesa como deseas; al enfriarse, ganará cuerpo y textura.