A pesar de su sabor dulce, la calabaza tiene un índice glucémico bajo. Su fibra ralentiza la absorción de glucosa, convirtiéndola en una excelente aliada para quienes padecen diabetes o desean prevenir picos de azúcar en sangre.
Las semillas: pequeñas pero llenas de poder
Las semillas de calabaza también merecen una mención. Son ricas en zinc, hierro y grasas saludables, nutrientes que fortalecen el cabello, las uñas y la próstata. Tostadas, se convierten en un aperitivo crujiente, sabroso y nutritivo.
Cómo disfrutar al máximo de la calabaza
Elige calabazas firmes, de piel dura y color intenso.
No las cocines demasiado para conservar sus vitaminas y textura.
Combínalas con especias naturales: la cúrcuma, el jengibre y la canela intensifican su sabor y propiedades antiinflamatorias.
Úsalas en sopas, cremas, salteados o ensaladas, y disfrútalas durante todo el año.
Pruébalas en postres saludables, sustituyendo el azúcar refinado por ingredientes naturales.
Incluir la calabaza en tu dieta es mucho más que un simple cambio en el menú: es un acto de autocuidado y reconexión con la naturaleza.
Su color vibrante y su sabor reconfortante nos recuerdan que el bienestar comienza con decisiones sencillas: comer bien, descansar y apreciar lo natural.
La calabaza, tan común y a la vez tan poderosa, demuestra que la verdadera salud se construye poco a poco, bocado a bocado.