Creyeron que podían quedarse con mi dinero y tratarme como basura.
Necesito que me ayude a corregir ese error.”
Matías revisó todo y fue directo:
—“Técnicamente… la fiesta era suya. Usted era la anfitriona.”
Y ahí me cayó la verdad completa:
Si yo era “la anfitriona”… entonces yo también podía decidir a quién se le cerraba la puerta.
El verdadero descubrimiento: ellos vivían de mí
Matías me preguntó qué quería hacer.
Yo no quería un cheque de disculpas. Quería recuperar mi vida.
Entonces abrí otra carpeta. Una azul.
Dentro estaban las escrituras de cosas que Ricardo y Sonia creían suyas:
El departamento donde viven (a mi nombre)
La casa de playa (a mi nombre)
El coche importado que Ricardo usaba (a mi nombre)
Y además… una transferencia mensual programada: 20,000 pesos cada mes
Los miré desde el lugar que nunca imaginé volver a mirar a mi propio hijo:
no como madre suplicando cariño, sino como mujer recuperando límites.
El plan: silencioso, legal y definitivo
Decidí actuar con frialdad y sin escándalo:
1) El departamento
Notificación extrajudicial de desocupación: 30 días.
2) La casa de playa
Cambio de cerraduras y seguridad. Si entraban: invasión.
3) El coche
Devolución inmediata. Si no: denuncia.
4) El dinero
Cancelé la transferencia mensual con un solo botón.
Y mientras ellos celebraban en París, yo desmontaba la vida cómoda que habían construido usando mi espalda.
El día que regresaron… y entendieron lo que hicieron
Cuando pisaron de vuelta la Ciudad de México, encontraron el papel en la puerta:
“30 días.”