No sé cómo explicarlo… pero este no es precisamente un pastel “clásico”. No lleva harina, ni mantequilla, ni siquiera horno (lo cual siempre me da miedo en verano, porque la cocina se convierte en un sauna). Es más bien un híbrido entre un pudín y un postre fresco, y la primera vez que lo probé pensé: “Vale, esto es lo típico de esos postres baratos que saben a poco”. Pero no.
En cuanto lo probé, me dije: “¡Oye, así que se puede hacer algo delicioso sin amasar medio kilo de azúcar!”. Lo mejor es que huele a fruta fresca de verdad, y cada cucharada te da esa sensación… como de limpieza. No sé si me explico.
Lo preparo sobre todo cuando me apetece un postre que parezca “importante”, pero en realidad es más bien un tentempié ligero, pero que llena. Y además, con todos esos colores —rojo, azul arándano, ese frambuesa que siempre parece más elegante que los demás— incluso transmite un mensaje.
Un pastel que no parece un pastel (pero lo es): mi pudín de chía con fresas, frambuesas y arándanos
Pastel de pudín de chía
Tiempo de preparación
15 minutos (más un poco de remover de vez en cuando)
Tiempo de refrigeración: 2 horas
Total: aproximadamente 2 horas y 15 minutos (2 de los cuales no haces nada, te lo prometo)
Porciones
Aproximadamente 8 rebanadas
Calorías
Unas 170 kcal por rebanada
Ingredientes
1 litro de leche de coco (o leche de almendras, o leche de vaca… la que tengas, siempre que no tenga mucha azúcar)
150 g de semillas de chía (sí, lo sé, parecen raras al principio, pero créeme)
200 g de fruta a tu elección
150 g de arándanos
150 g de frambuesas
3-4 cucharadas de sirope de agave o de arce (o miel)
100 ml de agua tibia Agua
(Opcional) Una cucharadita de bicarbonato de sodio para lavar los arándanos (lo hago cuando quiero ser especialmente meticulosa).
Preparación