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Hidratate: tomá un vaso de agua antes de empezar, tu cerebro lo agradecerá.
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Respirá con calma: inhalá por la nariz y exhalá por la boca. Oxigena y relaja.
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Sumá música tranquila: sonidos suaves potencian el efecto.
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Hacelo todos los días: la constancia es la verdadera clave del cambio.
Qué evitar
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Apurarte como si fuera un trámite.
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Forzar el cuerpo hasta sentir dolor.
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Abandonar la práctica después de unos pocos intentos.
Un minuto puede parecer poco, pero cuando se trata del cerebro, es suficiente para marcar la diferencia. Con esta breve rutina, tu memoria, tu concentración y tu equilibrio mental pueden mejorar de forma progresiva. No se trata de magia, sino de darle al cerebro el estímulo que estaba esperando.