Según el estudio publicado en Vaccines, el riesgo, aunque poco frecuente, se presentaba con mayor incidencia después de la segunda dosis o tras los refuerzos. En algunos casos, los pacientes requirieron hospitalización para monitoreo y tratamiento antiinflamatorio.
La FDA reconoció oficialmente este efecto y actualizó el etiquetado de ambas vacunas en 2025 para advertir sobre este riesgo. El CDC también emitió recomendaciones específicas para profesionales de la salud respecto a la identificación rápida de síntomas.
Qué dicen los estudios más recientes
Un análisis publicado en JAMA comparó los efectos secundarios de las vacunas COVID-19 entre quienes desarrollaron miocarditis tras la vacunación y quienes la padecieron por infección natural. Sorprendentemente, el pronóstico fue más favorable en los casos vinculados a la vacuna.
Sin embargo, otro estudio publicado en npj Vaccines analizó la evolución de pacientes con miocarditis posterior a la vacunación y detectó que, en algunos casos, persistían alteraciones leves en la función cardíaca meses después del episodio inicial. Esto indica que el seguimiento médico debería extenderse más allá del alta hospitalaria.
Por su parte, la revista eClinicalMedicine documentó casos persistentes de inflamación leve en imágenes cardíacas avanzadas, incluso cuando los síntomas habían desaparecido. Esto plantea interrogantes sobre los posibles efectos a largo plazo.
Qué factores aumentan el riesgo real
Aunque cualquier persona puede desarrollar una reacción adversa, los datos muestran que los hombres entre 16 y 30 años representan el grupo con mayor susceptibilidad. Este patrón ha sido consistente en estudios europeos, estadounidenses y asiáticos.
Los investigadores consideran que la intensa activación inmunitaria generada por las vacunas de ARNm podría desencadenar una respuesta inflamatoria exagerada en individuos predispuestos. No se trata de un fallo general del producto, sino de una reacción biológica específica.
Algunos estudios sugieren que los intervalos cortos entre dosis podrían aumentar el riesgo. Por ello, varias agencias recomiendan espaciar los refuerzos en personas jóvenes para reducir la probabilidad de eventos adversos.