1. Activa la levadura
En el bol de tu batidora (o uno grande si vas a hacerlo a mano), combina el agua tibia, la miel y la levadura.
Deja reposar de 10 a 15 minutos, hasta que la mezcla se vuelva espumosa —esto indica que la levadura está activa.
2. Añade los ingredientes principales
Agrega el aceite de oliva, 2 ½ tazas de harina tamizada y la sal.
Empieza a mezclar a velocidad baja con el gancho amasador (o con una espátula si lo haces a mano).
3. Ajusta la textura
Añade el resto de la harina ¼ de taza a la vez, hasta que la masa se vuelva suave, elástica y ligeramente pegajosa, pero que se desprenda de las paredes del bol.
Amasa durante unos 5 minutos más para desarrollar el gluten.
4. Primer reposo
Cubre el bol con una toalla húmeda o film plástico y deja reposar la masa durante 30 minutos en un lugar cálido y sin corrientes de aire.
Notarás que la masa crece y se vuelve más ligera.
5. Forma el pan
Coloca la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y forma una bola apretada.
Transfiérela a una sartén de hierro fundido (o cualquier molde apto para horno), previamente engrasada con un poco de aceite de oliva.
6. Segundo levado
Cubre la masa nuevamente con una toalla húmeda y deja que repose otros 30 minutos.
Mientras tanto, precalienta el horno a 200 °C (400 °F).
7. Hornea
Haz dos cortes superficiales en forma de cruz sobre la parte superior del pan (esto ayuda a que suba de manera uniforme).
Hornea entre 12 y 20 minutos, dependiendo de tu horno, hasta que el pan esté dorado y suene hueco al golpear ligeramente la base.
8. Finaliza
Retira el pan del horno y úntalo con un poco de mantequilla para darle brillo y un sabor irresistible.
Déjalo enfriar unos minutos antes de cortarlo.