Este pastel ha sido preparado por generaciones, y aunque existen miles de versiones, la que se hornea lentamente y descansa sobre una base de galletas María sigue siendo la favorita. La cremosidad del queso y el toque mantecoso de las galletas crean una armonía perfecta, capaz de enamorar desde el primer bocado. Es un postre ideal para compartir en cumpleaños, comidas especiales o en cualquier momento en el que quieras consentir a quienes amas con algo hecho en casa.
Además, su aroma al salir del horno es una invitación directa a la nostalgia: dulce, cálido y reconfortante, como las recetas que solían preparar las abuelas con paciencia y mucho cariño. Y, por si fuera poco, es un pastel sencillo, elegante y siempre bien recibido.
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