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El secreto está en el fuego lento: las patatas deben quedar tiernas y jugosas, no secas.
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Si prefieres un acabado más ligero, puedes hacerlas al horno o incluso al microondas.
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Para una versión más crujiente, cocínalas con un poco menos de aceite y a fuego más fuerte.
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Acompáñalas con huevos fritos o cocidos, carnes, pescados o simplemente solas como tapa.