Pedimos una ensalada, pero había pequeñas motas negras en la comida; nos llevó directamente al hospital.
Pensábamos que solo íbamos a pasar una velada agradable. Dos amigas, un pequeño y acogedor restaurante en el centro, quinoa, mucha charla y esa dulce sensación de desconexión. Pero lo que se suponía que iba a ser una cena tranquila se convirtió en una escena digna de una película de suspense. Y digamos que desde ese día, no hemos vuelto a ver nuestros platos de la misma manera.
Una ensalada apetitosa… pero un detalle intriga
Todo parecía perfecto. El ambiente, la música, los platos presentados con esmero. Mi amiga, aficionada a las recetas equilibradas, había elegido una ensalada de aguacate y quinoa. Justo cuando estaba a punto de darle un mordisco, su expresión cambió.