¿Pizza sin harina ni levadura? ¡Sí, existe! Esta es la más ligera que he hecho nunca, y la preparo todas las semanas (crujiente y dorada, a todo el mundo le encanta).

150 g de mozzarella para pizza (o una mezcla de quesos fibrosos a tu elección)

Preparación
Prepara la base de calabaza.

Corta la calabaza en trozos, pélala y rállala con un rallador de agujeros grandes. Es un poco laborioso, pero el dulce aroma de la calabaza recién rallada lo compensa.

Mezcla todo.

En un bol grande, combina la calabaza con los dos huevos, una pizca de sal y la harina (o fécula). Mezcla bien: la masa debe quedar húmeda pero firme, similar a la de una tortilla gruesa.

Forma la base.

Forra una bandeja de horno con papel vegetal y extiende la mezcla con una cuchara hasta formar un rectángulo o círculo de unos 35×35 cm. No te preocupes si no queda perfecto; ¡cuanto más rústico, mejor!

Primer horneado.

Hornea en el horno precalentado a 200 °C (400 °F) durante unos 20-25 minutos. Los últimos 10 minutos, puedes colocar la bandeja directamente sobre la base del horno: la parte inferior quedará dorada y crujiente.

Sazona y completa la magia.

Saca la base, extiende la salsa de tomate y cubre con la mozzarella. Vuelve a hornear durante otros 10 minutos, el tiempo justo para que el queso se derrita y forme esa irresistible costra.

Consejos: – Si quieres un sabor más intenso, puedes añadir una pizca de orégano o queso parmesano rallado a la masa.

– Prueba también la versión “blanca”, con queso stracchino y espinacas frescas: ¡está deliciosa! También es perfecta fría, ideal para llevar al trabajo o a la escuela.

Un plato sencillo pero delicioso: crujiente por fuera, suave por dentro y con la cantidad justa de cremosidad. ¡Te prometo que después de probarla, la prepararás cada semana!

¿Qué ingredientes necesitas para hacer una pizza de calabaza?

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