POLICÍA DISPARA CONTRA CORONEL LATINO — MINUTOS DESPUÉS, 80 SOLDADOS ARMADOS LLEGAN Y TODOS SON…
Su respiración era agitada, pero sus ojos permanecían firmes, clavados en el rostro del oficial que lo apuntaba con una pistola a menos de 1 metro de distancia. El policía, de gesto autoritario y voz arrogante, levantó el arma como si estuviera frente a un enemigo peligroso, ignorando por completo las placas y las medallas que Álvarez había cargado durante toda una vida.
Aquí no importa quién seas, hoy vas a caer como todos los demás, murmuró con desprecio, provocando un silencio helado entre quienes observaban. Algunos transeútes bajaron la mirada, otros sacaron sus teléfonos para grabar, pero nadie se atrevía a intervenir. La escena parecía irreversible. un hombre solo, humillado, a punto de ser silenciado por la misma autoridad que debía protegerlo.
Pero lo que nadie sabía era que ese disparo no iba a marcar el final de Álvarez, sino el inicio de algo mucho más grande. En ese instante, con la rodilla clavada en el suelo y el sudor resbalando por su frente, el coronel se convirtió en símbolo de algo que trascendía su propia vida.
Porque mientras el gatillo estaba a punto de ser presionado, a pocas cuadras de allí comenzaba a moverse una fuerza inesperada, una fuerza que cambiaría la balanza del poder en cuestión de minutos. El coronel Álvarez mantenía la espalda recta a pesar de la rodilla en el suelo. Su porte no era el de un hombre derrotado, sino el de alguien que entendía demasiado bien la gravedad del momento.