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La ciencia tras la ausencia
El secreto reside en las condiciones extremas del fondo del Atlántico. La presión es colosal, la oscuridad total y la temperatura del agua cercana al punto de congelación.
En este entorno, los microorganismos y los animales marinos consumen rápidamente cualquier tejido orgánico. Incluso los huesos, que podrían resistir, terminan disolviéndose. Esto se debe a que las aguas profundas son pobres en carbonato de calcio, el mineral que da estructura y resistencia a los huesos.
Sin este elemento, se desintegran con el tiempo.
En cambio, en mares como el Mar Negro, donde la actividad biológica es menor, los restos humanos pueden conservarse durante siglos, algo que no ocurre en el Atlántico Norte.
El campo de escombros
Lo que queda son los objetos. Zapatos, botas, maletas y utensilios permanecen esparcidos en un área de casi ocho kilómetros cuadrados alrededor del naufragio. Estos objetos silenciosos son a menudo el único vestigio físico de la vida a bordo.
Para algunos, incluso es una forma de consuelo: como si el mar hubiera devuelto las pertenencias, pero acogido definitivamente a las personas.