Usa pan del día anterior: el pan ligeramente duro absorbe mejor la leche sin deshacerse, lo que da al pudín una textura firme pero jugosa.
Remoja bien el pan: deja que el pan repose el tiempo suficiente en la leche hasta que esté completamente blando, pero sin convertirse en papilla.
No batas demasiado los huevos: mézclalos bien, pero sin airear en exceso, para que el pudín no suba y luego se hunda.
El baño maría es esencial: ayuda a que el pudín se cocine de forma uniforme y mantenga una textura cremosa.
Controla la cocción: cuando el centro esté firme y un palillo salga limpio, está en su punto. Si lo horneas de más, quedará seco.
Déjalo enfriar bien antes de desmoldar: el reposo en la nevera es clave para que el pudín se compacte y mantenga su forma perfecta.
El toque extra: unas pasas remojadas en ron o vino dulce antes de añadirlas a la mezcla realzan mucho el sabor.