Evita el exceso de cafeína, alcohol o bebidas energéticas, ya que favorecen la deshidratación.
Realiza estiramientos suaves antes de dormir, especialmente en piernas y pantorrillas.
Evita dormir con los pies estirados hacia abajo, ya que esa postura tensa los músculos.
Mantén una rutina de ejercicio moderado, sin excesos ni largos periodos de inactividad.
Además, si el calambre te sorprende en plena noche, hay algunas acciones rápidas que pueden aliviar el dolor: intenta estirar suavemente el músculo afectado, masajea la zona o aplica calor con una compresa tibia. Si el dolor persiste, caminar unos minutos puede ayudar a que el músculo se relaje.
Una molestia que no hay que ignorar
Aunque los calambres nocturnos son, en la mayoría de los casos, inofensivos, no deben subestimarse. Si ocurren con mucha frecuencia o se acompañan de otros síntomas como hinchazón, debilidad o sensación de hormigueo, es recomendable acudir al médico para descartar causas más serias.
Dormir bien es fundamental para la salud, y no hay nada más frustrante que un calambre que te despierte en el momento más profundo del descanso. Prestar atención a lo que el cuerpo intenta decirte, cuidar tu alimentación y mantenerte activo puede ser la clave para decirle adiós a esos espasmos dolorosos que interrumpen tu sueño.
Así que la próxima vez que un calambre nocturno te despierte, recuerda: tu cuerpo te está enviando un mensaje. Escúchalo, cuídalo y dale lo que necesita para funcionar en equilibrio.