Cuando un niño saca a relucir el pasado y la respuesta es «Hice lo que pude» o «Eso no fue así», se cierra la puerta a la curación. No quieren perfección, quieren reconocimiento. Sin él, la distancia se hace mayor, llena del peso de todo lo que nunca se dijo.
5. Cuando su pareja nunca se siente aceptada
Puede que quieras mucho a tu hijo, pero si tratas a su pareja como a un invitado que se ha quedado más tiempo del debido, tu hijo acabará dejando de visitarte.
Los comentarios sutiles, los silencios fríos, las historias nostálgicas de «antes de que llegaran»… Todos ellos transmiten el mismo mensaje: no formas parte de esta familia.
Amar a tu hijo significa aceptar también a la persona que ama. De lo contrario, cada visita se convierte en un ejercicio de tomar partido.
6. Criar a sus hijos delante de ellos
A los abuelos les encanta ayudar, pero hay un límite. Corregir la forma de criar a sus hijos de tus hijos adultos delante de ellos («Cuando te crié, nunca hicimos eso…») socava su autoridad y crea una tensión difícil de revertir.
Cuando dejan de traer a los nietos, no es un castigo, es una forma de proteger la dinámica familiar.
7. Generosidad con condiciones
El dinero, los regalos, la ayuda… están destinados a demostrar amor, no control.
Pero cuando cada acto de generosidad se convierte en un recordatorio de lo que se «debe» («Después de todo lo que he hecho por ti…»), envenena la gratitud.
Los niños siempre elegirán la libertad antes que el afecto condicional. Prefieren luchar por su cuenta antes que aceptar una ayuda que les cueste su independencia.
8. Amar quiénes eran, no quiénes