La princesa, aficionada al pop, escuchaba constantemente álbumes como *Thriller* y *Bad*.
Michael, por su parte, vio en Diana a una mujer elegante, amable y sociable, características que reflejaban sus propios valores.
Durante su primer encuentro, un simple gesto llamó su atención: Michael decidió no incluir la canción *Dirty Diana* en su repertorio, temiendo que pudiera molestar a la princesa.
Para su sorpresa, Diana le pidió que la cantara, confesándole que le encantaba.
Este momento distendido ayudó a romper el hielo y dio inicio a una amistad sincera y afectuosa.
Un vínculo que trascendió la fama.
A pesar de haberse visto en persona solo una vez, la conexión entre ellos se mantuvo fuerte a pesar de la distancia.
Más tarde, Michael hablaría de esta amistad en entrevistas, destacando que compartían experiencias similares: la vida bajo el constante escrutinio público, a menudo incomprendidos, y la intensa presión de la fama.
Según sus allegados, Diana y Michael se mantenían en contacto telefónico, hablando de sus hijos, la fama y las expectativas del público.
Aunque estas conversaciones nunca se confirmaron oficialmente, revelan una verdadera complicidad entre dos personas que buscaban comprensión y apoyo mutuos.
Compromiso social y sensibilidad compartida
Más allá de la fama, Diana y Michael compartían una vocación humanitaria. Ambos utilizaron su notoriedad para ayudar a los necesitados: Diana cuidando a niños enfermos y personas en situación de pobreza, y Michael apoyando a diversas organizaciones benéficas.