Aunque no existe una única causa, la ciencia ha identificado factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar esta enfermedad:
Predisposición genética (antecedentes familiares).
Sexo femenino: se presenta con mayor frecuencia en mujeres.
Edad: suele aparecer entre los 30 y 50 años.
Exceso de yodo o deficiencia de selenio.
Estrés crónico.
Exposición ambiental a toxinas o radiación.
Cómo se diagnostica
El diagnóstico incluye:
Análisis de sangre (niveles de TSH, T4 libre y anticuerpos antitiroideos).
Ecografía tiroidea, que detecta inflamación y cambios en la estructura de la glándula.
Cómo prevenir la enfermedad de Hashimoto
Aunque no siempre puede evitarse por completo, adoptar ciertos hábitos saludables puede reducir el riesgo o retrasar su avance:
Alimentación equilibrada: rica en frutas, verduras, proteínas magras y grasas saludables.
Asegurar micronutrientes clave:
Selenio (nueces de Brasil, pescado, huevos).
Zinc (semillas de calabaza, mariscos).
Vitamina D (exposición al sol, pescados grasos, suplementos si es necesario).
Reducir el exceso de yodo en la dieta, evitando abusar de sal yodada o suplementos sin supervisión médica.
Evitar el gluten en personas sensibles, ya que puede intensificar la respuesta autoinmune.
Manejar el estrés con prácticas como mindfulness, yoga o meditación.
Ejercicio moderado: mantener un metabolismo activo y reforzar el sistema inmune.
Cómo combatir la enfermedad de Hashimoto
Una vez diagnosticada, es posible controlar y aliviar los síntomas con un enfoque integral:
Tratamiento médico: