Tras la muerte de mi hijo, mi amigo se mudó. Lo que descubrí después me destrozó de nuevo.

Mi amiga íntima me repetía una y otra vez: “Tienes que seguir adelante”, y aunque parecía imposible, al final encontré la manera de sobrellevarlo.

Siempre estuvo ahí para mí, ofreciéndome consuelo mientras mi dolor se volvía insoportable.

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