Cientos de voces se alzaron en el teatro de Gollado, creando un momento de unidad nacional que trascendía la competencia de baile. Esperanza y su abuela se tomaron de las manos cantando juntas mientras las lágrimas corrían por sus rostros. Ay, ay, ay, ay, canta y no llores. Resonaba por todo el teatro. Pero paradójicamente casi todos lloraban de emoción.
Era un llanto de alegría, de orgullo, de conexión con algo más grande que ellos mismos. Los jueces también se unieron al canto y María Elena tomó de la mano a Esperanza, formando una cadena humana que se extendió por todo el escenario. Los otros concursantes se unieron, los técnicos, los camarógrafos, todos formando parte de este momento mágico e irrepetible.
Cuando la canción terminó, un silencio reverencial se apoderó del lugar. Era el tipo de silencio que sigue a los momentos que cambian la vida, que permanecen grabados en la memoria para siempre. Un periodista de Radio Fórmula se acercó corriendo. Esperanza, acabamos de recibir llamadas de todo el país. Tu historia está en todos los noticieros nacionales.
El presidente de la República quiere conocerte y hay una propuesta en el Congreso. Para crear un Fondo Nacional de becas artísticas inspirado en tu historia. La magnitud de lo que estaba sucediendo comenzaba a ser abrumadora. En menos de 2 horas, Esperanza había pasado de ser una desconocida a convertirse en símbolo nacional de perseverancia y talento.
Su abuela, con la sabiduría de sus años, tomó el micrófono una última vez. Señores, esto que están viendo no es solo el triunfo de mi nieta. Es el triunfo de todos los mexicanos que alguna vez fueron subestimados por su origen. Esperanza representa a miles de jóvenes talentosos que solo necesitan una oportunidad para brillar.
Las palabras de la abuela resonaron como campanas de verdad por todo el teatro, recordándoles a todos que esta noche había sido sobre mucho más que una competencia de baile. Mientras las cámaras seguían rodando y los reporteros tomaban notas frenéticamente, llegó una última sorpresa que nadie había anticipado. Un grupo de mariachis del mismísimo teatro de Goyado apareció en el escenario convocados por la administración del teatro que había decidido honrar este momento histórico.
Esperanza anunció el director del teatro tomando el micrófono. En los 150 años de historia de este recinto nunca habíamos presenciado algo así. Por eso queremos declarar esta noche como la noche de esperanza y queremos que sepas que siempre tendrás un lugar especial en nuestro corazón y en nuestro escenario.
Los mariachis comenzaron a tocar la llorona, la misma canción que había usado para su presentación, pero esta vez en su versión más tradicional y emotiva. esperanza. Sin poder contenerse, comenzó a bailar nuevamente, pero ahora con una libertad total, sin presión, sin jueces crueles, solo por el puro gozo de expresar su alma a través del movimiento.
Su abuela la acompañó con pasos tradicionales y pronto María Elena se unió también. Una por una, las personas del público comenzaron a bajar al escenario, creando una celebración espontánea que transformó el teatro en una gran fiesta familiar mexicana. Los guardias de seguridad, inicialmente preocupados por el control de la multitud, pronto se relajaron al ver que era una celebración de pura alegría, sin ningún tipo de desorden o problema.
Rodrigo, completamente transformado por los eventos de la noche, se acercó a un grupo de reporteros. Quiero que escriban algo muy claro”, les dijo con voz firme. “Hoy aprendí que el talento real no tiene código postal, no tiene clase social, no tiene apellido importante. El talento real viene del corazón y Esperanza tiene el corazón más grande que he conocido.
” Las redes sociales seguían explotando. El hashtag la noche de esperanza se había vuelto tendencia mundial, no solo nacional. Mensajes de apoyo llegaban desde España, Argentina, Colombia y otros países latinoamericanos, celebrando no solo el talento de esperanza, sino lo que representaba, la victoria del esfuerzo sobre el prejuicio.
Mientras la celebración continuaba, Esperanza se dio cuenta de que esta noche había cambiado su vida para siempre. Pero más importante aún, había cambiado la perspectiva de muchas personas sobre lo que realmente significa el talento y el arte mexicano. En el momento culminante de la celebración, cuando parecía que la noche no podía ser más perfecta, sucedió algo que selló para siempre el lugar de esta velada en la historia del arte mexicano.
Un niño pequeño, hijo de uno de los músicos, se escapó de los brazos de su madre y corrió hacia Esperanza. Sin timidez alguna, le tendió un papel arrugado que había estado dibujando durante toda la presentación. “¿Eres una princesa?”, le preguntó con la inocencia de sus 5 años. Esperanza tomó el dibujo con manos temblorosas. Era un retrato infantil de ella bailando con colores brillantes y una gran sonrisa dibujada en su rostro.
En la parte inferior, el niño había escrito con letras torcidas: “La señorita que hace magia con sus pies.” Esperanza se arrodilló para quedar a la altura del pequeño. No soy una princesa, mi amor. Soy solo una niña que tenía un sueño muy grande. “¿Yo también puedo tener sueños grandes?”, preguntó el niño con ojos llenos de esperanza. “Los sueños más grandes son los mejores”, le respondió Esperanza.