Como joven enfermera en la evacuación, observó con preocupación que quienes consumían principalmente pan blanco, azúcar y conservas enfermaban de cáncer con mayor rapidez que quienes se alimentaban con comida sencilla del campo.
Un seguimiento minucioso que reveló patrones
Al formarse como médica y atender pacientes, comenzó a registrar no solo síntomas clínicos, sino también hábitos alimentarios de cada uno. Descubrió una relación evidente: el cáncer aparecía con mayor frecuencia en personas con dietas cargadas de ciertos productos.
Dos categorías destacaban con claridad: el azúcar refinado y los embutidos industriales.